A lo largo del presente año, el tema de las energías no convencionales, que ya se conocen además como las ‘renovables’, ha ocupado la atención de la opinión y los medios de comunicación. Inclusive, ha salido a relucir en los planteamientos de algunos candidatos presidenciales.
Muchas personas consideran que en esta modalidad de generación de electricidadestaría la solución de los problemas que trae consigo el cambio climático. En Colombia, sin embargo, el beneficio de la energía no convencional va más allá del ambiental, por lo cual es crucial la manera como se diseñe su reglamentación a fin de incentivar a los agentes privados para que inviertan en plantas de energía renovable.
El Financial Times trajo hace pocos días la siguiente información: “Durante tres días, en la primera semana de mayo, Inglaterra no utilizó carbón para generar electricidad. El buen clima y un día festivo condujeron a una demanda relativamente baja de electricidad, por lo cual esta pudo cubrirse sin recurrir al carbón y acudiendo al gas natural en un 33 por ciento, a la energía nuclear en 24 por ciento y al poder del viento (energía eólica) en un 20 por ciento. En la misma semana, en Alemania hubo unas horas durante las cuales el consumo se satisfizo con energías renovables: 52 por ciento eólica y 37 por ciento solar o fotovoltaica (Crooks Ed, ‘King coal faces a revolution’, Energy Source, Financial Times, 4 de mayo de 2018).
El caso colombiano, sin embargo, es muy distinto al de Inglaterra o Alemania: el 70 por ciento de la electricidad es generada por centrales hidroeléctricas, es decir, utilizando agua.
La matriz de generación eléctrica es limpia. La dependencia de los combustibles fósiles es menor que el 10 por ciento de la generación de electricidad, y aproximadamente un 20 por ciento tiene como insumo el gas natural. La política energética futura no debería contemplar la construcción de nuevas plantas térmicas de carbón o de aquellas que utilicen combustibles líquidos. En cambio, debe promover la generación eléctrica con base en energías renovables, viento y sol, y, desde luego, con gas natural.
Las energías renovables introducen conceptos nuevos en la política energética del país y amplían el espectro de opciones de inversión para los agentes económicos. Las empresas de generación eléctrica deberían tener en su portafolio de inversiones la alternativa de las renovables. Por varias razones.
Análisis técnicos muestran que las hidroeléctricas tienen una producción correlacionada entre sí. Cuando hay una sequía, un fenómeno del Niño, todas se ven afectadas y reducen su capacidad de generación.
Esto sucede porque hay más radiación solar (por algo es la sequía) y más viento. Entonces, la generación solar y la eólica son perfectamente complementarias con la hidroeléctrica y le otorgan mayor firmeza en el sistema. Lo que contribuye a la estabilidad de los precios de la energía eléctrica, evitando las alzas en épocas de sequía.
Además, si suministran electricidad en otros momentos, elevan la capacidad acumulada de los embalses; contribuyen, en otras palabras, a almacenar energía hidroeléctrica futura. En términos técnicos, la penetración de las energías renovables no convencionales mejora el perfil de riesgo de las hidroeléctricas existentes, debido a la ‘externalidad’ positiva de su producción acumulativa, que no se puede liberar concentradamente en los eventos de escasez.
El costo de generar electricidad mediante energías renovables no convencionales ha disminuido dramáticamente en el mundo entero. De ahí que en algunos países —Inglaterra y Alemania en Europa, pero también México en América Latina—, el precio promedio de este tipo de generación es inferior al de los contratos de energía convencionales. Los subsidios estatales para promover la inversión en estas ya no son necesarios. Para que se invierta en las nuevas tecnologías, el factor crítico es reducir los riesgos regulatorios, de precios y de contraparte, generando unas condiciones que forzosamente son diferentes a las de las energías convencionales.
En Colombia, por ejemplo, el instrumento que se ha utilizado para aumentar la firmeza en el sistema es el del cargo por confiabilidad, que busca que las plantas generadoras estén disponibles para ser despachadas —para que entren en operación— cuando por alguna razón (particularmente el clima, aunque el terrorismo también lo causó en el pasado) la energía de las centrales hidroeléctricas no está disponible. Sin embargo, dado que la energía renovable no es, por definición, ‘despachable’, este tipo de instrumento no resulta adecuado para promover la inversión y el suministro. Se dice, en este caso, que el cargo por confiabilidad no es neutral para este tipo de energías, por lo cual hay necesidad de un diseño diferente.
Por esta razón, lo recomendable sería utilizar un mecanismo de subastas con contratos de largo plazo para que los parques eólicos y solares operen de manera continua —con las intermitencias causadas por las variaciones en los vientos y en la radiación solar— y provean electricidad a precios competitivos. Una subasta que ofrezca una capacidad de generación con tecnologías de punta en un período de tiempo. A aquel que cotice el precio más barato por kilovatio, por ejemplo, se asignaría el contrato. Podrían realizarse subastas periódicamente. La subasta sería entre oferentes, por cuanto la existencia de empresas integradas verticalmente no aconsejaría procesos en los cuales participen simultáneamente oferentes y demandantes. Según la información del periódico Portafolio (30 de abril de 2018, p. 8), en la actualidad habría interés de desarrollar 382 proyectos de origen no convencional.
En último término, las energías renovables mejorarían la competencia en el sistema de generación eléctrica, con un beneficio importante para todos los consumidores. Su promoción no tiene el objetivo exclusivo de generar energía más limpia en Colombia. Eso, como se mostró en la información del Financial Times, es mucho más importante en aquellos países en donde la matriz energética es muy dependiente del carbón o los combustibles fósiles.
En Colombia, además de evitar la contaminación del aire, cumpliría otros propósitos, muy importantes, como complementar la oferta de electricidad en momentos de sequía, evitando alzas en los precios, y, en general, aumentar la competencia en el sector de la generación eléctrica con un beneficio importante en materia de precios para los consumidores.
Fuente: EL TIEMPO