A partir de mayo, 26 buses eléctricos empezarán a rodar por las calles de Cali. Es la primera vez que una flota de este tipo de transporte transitará en una ciudad colombiana; sin embargo, el récord lo ostentará durante poco tiempo, pues Medellín ya compró 55 de estos buses que entrarán en funcionamiento el presente año. Ambos casos son emblemáticos, pues son las apuestas más grandes en el transporte público que se están haciendo en el país dentro de la evolución global que está viviendo el sector: transitar del transporte a combustión al eléctrico.
Las cifras evidencian esta transición global y muchas organizaciones aseguran que es el transporte del futuro inmediato. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2015 el número total de vehículos eléctricos en el mundo ascendía a un millón, pero en el 2017 superó los tres millones, y los pronósticos de agencias como Bloomberg dicen que para 2040 la cifra será de 530 millones.
En cuanto a Colombia, aún nos queda un largo trecho por recorrer para lograr la cifra que se propuso en el Conpes de Crecimiento Verde: 600.000 vehículos eléctricos rodando por las ciudades para 2030. Según los registros de Andemos Colombia, al 31 de enero de 2019 rodaban en el país 2.826 carros y motos eléctricas. Esto es apenas un 0,02 % de los 14'104.129 vehículos que conforman el parque automotor nacional hoy.
Pero, ¿por qué es tan importante transitar hacia la electrificación del sector transporte? Por varias razones. La movilidad eléctrica es fundamental para enfrentar el cambio climático y reducir la contaminación del aire en los grandes centro urbanos, y sus no pocos costos sociales.
El sector de transporte representa el 20 % de las emisiones globales de CO2, y sacarlo de los combustibles de origen fósil tendría un gran impacto en la lucha contra el cambio climático. Y "esto solo será posible a través de la electrificación masiva del sector de transporte, junto con la descarbonización de la red eléctrica utilizada para cargar vehículos eléctricos", según una investigación de Diálogo Interamericano.
Para aterrizarlo un poco más a la realidad, el análisis 'Transporte y tecnología en América Latina: ¿Qué tan en el futuro estamos?' del Banco Mundial asegura que si 22 ciudades de América Latina reemplazaran su flota actual de buses y taxis por vehículos eléctricos, para 2030 se ahorrarían casi 64.000 millones de dólares en combustibles fósiles y se reducirían 300 millones de toneladas equivalentes de CO2. Es decir, si se hiciera la apuesta desde las entidades gubernamentales por cambiar el transporte público por combustión hacia el eléctrico se tendría un gran impacto en la calidad del aire y, por tanto, en la salud y calidad de vida de los ciudadanos.
EL PRECIO DE NO HACERLO
Según la Organización Mundial de la Salud, tan solo en América Latina, 100 millones de personas viven en áreas con altos niveles de contaminación del aire y Bogotá está en el grupo de las urbes de la región más castigadas por esta problemática.
La OMS añade que por culpa de la contaminación cada año mueren cerca de 7 millones de personas en el mundo, y en Colombia, al menos 17.500. Es decir, los efectos del descuido que se ha tenido históricamente sobre el cuidado del aire ya los estamos viviendo.
Hasta hace muy poco se consideraba impensable el que se declarara una alerta por contaminación del aire en alguna ciudad colombiana. Eso solo pasaba -creíamos- en Santiago de Chile, en Ciudad de México o en Pekín. Sin embargo, en las últimas semanas las alcaldías de Bogotá, Medellín y Bucaramanga se han visto obligadas a tomar medidas urgentes en para mitigar el impacto del material particulado en el aire, con el CO2 como gran protagonista.
De acuerdo con las cifras oficiales que suministró la Alcaldía Mayor en la última emergencia, el 43 % de la contaminación de aire en la ciudad es generada por los vehículos de carga y transporte público, los cuales se mueven con diésel, que es altamente contaminante.
Si no se empieza a transitar hacia el transporte eléctrico, la flota de automóviles por combustión podría alcanzar las 200 millones de unidades para 2050, el triple de los vehículos que ya circulan hoy. Es decir, que la contaminación que producen estos vehículos también incrementaría notablemente.
"El modelo de aumento de motorización convencional no es sostenible. Y sus consecuencias -pérdida de productividad por mayor tasa de enfermedades asociadas, agravamiento del cambio climático, daño a la salud de la población a largo plazo, etc.- sería considerable", asegura Alejandro Hoyos, especialista en transporte del Banco Mundial.
Hoyos explica que "se trata de un problema muy grave que requiere medidas urgentes, pero también de una muy buena planificación a largo plazo. El transporte eléctrico es un elemento más entre todas las herramientas disponibles y una nueva tecnología que avanza en su curva de aprendizaje".
Algunas autoridades aún no se suman a una política de adquisición de buses eléctricos argumentando que aún es una tecnología costosa y que no tienen la infraestructura suficiente para eso.
Al respecto Hoyos anota: "Ciudades como Bogotá enfrentan un reto de movilidad tremendo, que es fruto de muchos factores, incluyendo crecimiento económico, demográfico, y del aumento de la motorización", junto con el aumento de los viajes en transporte público.
Afortunadamente, señala el experto, "Bogotá y Medellín han logrado mantener el porcentaje de los viajes en transporte público en un escenario de gradual descenso del mismo en otras ciudades del país, y ese es una activo que hay que defender". Lo que es clave, añade, es "fortalecer el desarrollo de un sistema de transporte público eficiente, asequible y limpio".
En el caso de Bogotá la tarea es un poco más compleja, admite Hoyos, porque, dice, "la tecnología de buses eléctricos de plataforma alta (que son los que usa el sistema TransMilenio en sus articulados y biarticulados) está aún en desarrollo y hay un número muy limitado de proveedores en el mundo, mientras que los buses convencionales sí cuentan ya con desarrollos importantes, que son los que adquirieron Medellín y Cali".
"El transporte eléctrico es un elemento innovador y, como tal, requiere de una implementación gradual y planificada", responde el experto al preguntarle sobre por qué en Bogotá aún no se implementa este modelo de transporte. Sin embargo, subraya: "La eléctrica es con mucha probabilidad la tecnología de propulsión del futuro cercano".
Y varias razones lo sustentan. Por ejemplo, "el precio de las baterías, la principal barrera para implementarlo en las últimas décadas, lleva años reduciéndose a una gran velocidad. Esta reducción hace que cada vez veamos más pilotos en sistemas de transporte público. Ahora bien, la electrificación total del transporte supone lo que llamamos una disrupción tecnológica y requerirá de una gran inversión en infraestructura y una buena planeación del sector eléctrico", anota el experto.
¿Qué se necesita para implementar la electrificación? Mucha coordinación y planificación a largo plazo. El Banco Mundial publicó recientemente un reporte sobre tecnología eléctrica en sistemas de transporte público: 'Green your Bus Ride'. En él identifican cinco grupos de factores para permitir la implementación de buses eléctricos: sistemas de transporte público adecuados, políticas ambientales, fondeo y financiación, regulación y gobernanza, y energía e infraestructura.
VENTAJAS Y AVANCES
Aunque América Latina no encabeza la transición hacia la movilidad eléctrica, algunos países y ciudades están dando los primeros pasos para que subir a un bus eléctrico sea lo normal en un futuro próximo. Las condiciones con las que cuenta la región son las ideales para potenciar este tipo de transporte, pues, por ejemplo, disfruta de una de las matrices de electricidad más limpias del mundo: casi el 60 % de la capacidad de energía instalada proviene de energías renovables en comparación con un promedio mundial, de aproximadamente el 33 %.
América Latina también cuenta con el mayor uso de autobuses por persona en todo el mundo. Además, los autobuses funcionan muchas horas al día, lo que significa que el ahorro en combustible y contaminación, así como los menores costos de mantenimiento generados por la electrificación producen un rápido retorno de la inversión, según el informe de Diálogo Interamericano.
Además, este centro resalta que la política de movilidad eléctrica está evolucionando rápidamente en América Latina. Un gran número de países tienen incentivos para los vehículos eléctricos, como exenciones o reducciones en las ventas, impuestos ambientales y de importación, cobro-recompensa neutrales a los ingresos que cobran impuestos sobre los automóviles contaminantes y recompensan a los limpios; excepciones de permisos de tránsito y restricciones de vehículos y tarifas eléctricas diferenciadas.
Por ejemplo, en Colombia se estableció una serie de subvenciones fiscales a nivel nacional que ya han ayudado a incentivar la compra de vehículos eléctricos. En 2012, una serie de incentivos fiscales otorgó la exclusión del impuesto al valor agregado (IVA) para vehículos eléctricos e híbridos, así como para sistemas de transporte público para pasajeros o carga.
Además, en agosto de 2017 el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia estableció un arancel de importación del 0 por ciento para los vehículos eléctricos y del 5 por ciento para los vehículos híbridos. La tarifa se aplicará desde 2017 hasta el año 2027 para la importación anual de 500 vehículos eléctricos hasta 2019, incrementando a 3.000 en el año 2023.
El mismo Conpes exige que los autobuses eléctricos constituyan el 100 por ciento de las compras en los autobuses, punto que no se ha cumplido por parte de varias administraciones, y que el 45 por ciento de la población utilice el transporte público.
Y está doctrina parece contar con el apoyo desde la administración nacional actual, pues antes de asumir el cargo, el presidente Iván Duque anunció que le gustaría ver que la flota de vehículos privados esté compuesta principalmente de vehículos eléctricos para el 2030.
Sin embargo, el mejor ejemplo en la región es Chile. Desde 2017, se propuso la transición a un transporte público 100 % eléctrico para 2050. Esta es la razón por la que ya 200 unidades de buses eléctricos ruedan por las calles de Santiago, pero a esta flota, que es la más grande de la región, aún le queda mucho para alcanzar la cifra de 6.500 autobuses a combustión que tiene la ciudad. Esta incorporación también contempla la entrada -de manera paulatina- de 490 buses con tecnología Euro VI, con emisiones más bajas, más amigables con el medio ambiente.
Otra ciudad pionera es Guayaquil, el principal puerto de Ecuador, que ya introdujo, a modo de prueba, 20 buses eléctricos en su servicio público y otorga bonos a los taxistas que opten por vehículos eléctricos.
Otro caso para resaltar es Costa Rica, donde el plan ambiental podría convertirse en un modelo para el planeta. La meta del Plan Nacional de Descarbonización es que casi un tercio de los autobuses sean eléctricos para 2035 y que ningún vehículo use combustibles fósiles para el 2050.
FUENTE: PORTAFOLIO